Soy un enamorado de los medios de comunicación. Muchos les llaman "Medios Masivos de Comunicación"... o, simplemente "los medios".
Mi primer contacto con ellos fué en mi segundo año de vida. Mi padre era en ese entonces locutor y vendedor de anuncios de una estación radiodifusora. Al poco tiempo era gerente de otra estación de radio en otra ciudad. Fué a esa radiodifusora donde mi padre comenzó a llevarme los Sábados. Estaba en la planta alta de un viejo edificio. Subíamos una escalera que a mí me parecía interminable. Era emocionante subir cada peldaño. Luego llegábamos a las oficinas, y de allí entrábamos a aquel gran salón, el cual me parecía gigantesco a mi corta edad y estatura.
A la izquierda, dentro del salón aquel, había dos cabinas de locución con unas tornamesas gigantescas y unos enormes micrófonos metálicos, llenos de agujeros. En la pared de atrás de ambas cabinas había estantes llenos de discos... LP (Long Play), EP Extended Play), y todavía discos de 78 RPM (revoluciones por minuto).
Y en el centro de aquel gran salón estaba un enorme piano de cola. Era como un mueble gigante de intenso color negro, iluminado por una lámpara que colgaba del alto techo. Brillaba mucho. Era muy liso y suave al tacto. Y tenía aquella cerradura. Me sentaba en el banco. Y me preguntaba qué habría en aquella larga y delgada puerta que tenía la cerradura. Un día, uno de los hombres que trabajaban allí, abrió la cerradura y por primera vez ví aquella gran hilera de piezas blancas y negras. El hombre me invitó a acercarme y comenzó a tocar aquellas piezas con sus dedos. Reconocí una melodía que ya había escuchado... el hombre siguió tocando aquel enorme instrumento.
Muchas veces entré a aquel salón con el gran piano iluminado por aquella luz de la lámpara que colgaba del alto techo. Algunas veces llegué a tocar con mis dedos aquellas teclas blancas y negras. Otras veces me acercaba a las cabinas, y miraba a aquellos hombres detrás de los cristales, con esas grandes orejeras, que después supe que eran audífonos, hablando a aquellos grandes micrófonos de metal lleno de agujeros. Leían algo escrito en hojas de papel. Movían rítmicamente sus manos mientras hablaban. Luego, colocaban alguno de aquellos discos en la gigantesca tornamesa. Movían el brazo de la aguja, y la colocaban sobre el disco. Luego el disco comenzaba a girar. Entonces, el hombre que hablaba se quitaba las orejeras-audífonos, se estiraba, se ponía de pie y encendía un cigarrillo. Era un ambiente maravillosamente mágico.
Me gustaba ver las hojas que aquellos hombres leían en voz alta frente a los micrófonos llenos de agujeros. Estaban escritas con máquina de escribir... y estaban rayadas con lápiz color rojo y azul.
Algunas de aquellas hojas eran de un papel delgado, al que lamaban " papel cebolla" porque parecía de cáscara de cebolla.
Pasé muchas horas en aquel gran salón del gran piano de cola iluminado con la luz de la lámpara que colgaba del alto techo.
Escuché lo que decían aquellos hombres por aquellos grandes micrófonos llenos de agujeros. Escuché la música de aquellos discos que colocaban en aquellas grandes tornamesas.
Ví a aquellos hombres juntarse alrededor de aquel gran piano y tocar melodías... y ví aquel micrófono grande que colgaba de un tubo que estaba pegado a un poste con grandes ruedas. Lo sacaban y lo ponían a un lado del piano, casi debajo de la lámpara que colgaba del alto techo. Le llamaban "El Bum"... De vez en vez, aquellos hombres, a los que después supe que eran "Los Locutores", me miraban y me saludaban... o me hacían un guiño. A veces me llevaban una Coca o un dulce. Olía mucho a cigarros.
Fueron momentos de asombrosos descubrimientos. Conocí lo que tenían por dentro las bocinas. Eran unos grandes conos de cartón con otras piezas metálicas y alambres... y ¡un imán poderoso!
Conocí al perrito detrás de una gran bocina... las etiquetas de los discos en rojo, azul, negro, blanco... RCA, PHILIPS, PEERLES, CAPITOL...
Escuché la magia que hacían aquellos hombres de las cabinas... contaban cuentos... hablaban con la gente... mandaban saludos... anunciaban las tiendas... platicaban lo que había pasado en la ciudad... hablaban de los deportistas... y nunca se me olvidan sus gestos y sus manos moviéndose al ritmo de lo que hablaban...
Y ví muchas veces a mi padre hablarle al gran micrófono lleno de agujeros... y lo ví al lado del gran piano iluminado por la luz de la lámpara que colgaba del alto techo... y lo escuché por la bocina... y lo ví enmedio del humo de los cigarros, guiñándome el ojo y sonriéndome como diciéndome: "Esto es lo mío... y, si tú quieres, será lo tuyo."
Sí quise. Han pasado décadas desde aquellos momentos. Y sigo siendo el niño maravillado ante aquel gran salón... con el piano de cola... iluminado con la luz de la lámpara que colgaba del alto techo.
sábado, 13 de febrero de 2010
"Un gran salón... un piano de cola... una luz de lámpara..."
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
.jpg)
No hay comentarios:
Publicar un comentario