martes, 29 de junio de 2010

Mi "entrenamiento para la guerra": Cóbralo antes de las 12...



A mediados de los 1970's, los bancos trabajaban los Sábados.

Los clientes te daban contrarecibos para que les cobraras los Sábados. Creo que así, si no alcanzabas a cobrarlo en Sábado, sus cuentas conservaban un buen saldo para el siguiente Lunes.

El manejo de dinero es muy delicado en todos los negocios.

En aquellos años, uno de nuestros clientes tenía fama de pagar en forma atrasada. Era un tipo muy especial. Sus cheques tenían fama de "botar" o "rebotar". Es decir, llegabas al Banco a cobrar su cheque y el Banco te devolvía el cheque por falta de fondos en la cuenta.

Repito, este cliente era especial. Y a mí me enseñaron que todas las personas "tienen su lado". Es decir, hay que encontrarles su lado bueno.

Por fin, algún día supe que ya había encontrado "el lado bueno" de este cliente, porque un buen Sábado me dió el cheque con el que nos pagaba nuestros servicios publicitarios, y me dijo seriamente y mirándome a los ojos: "- Fíjate bien... Lo cobras antes de las 12... porque pasaditas las 12 retiro todo el dinero. ¿Me entendiste?". Le respondí que sí, aunque no le entendí el porqué iba a retirar todo su dinero del Banco.

Salí casi corriendo al Banco y ¡ cobré el cheque !



Y desde entonces, fuí de los privilegiados a quienes aquel cliente tan especial, nos pagaba con cheques que había que cobrarlos... "antes de las 12".

Después entendí que a muchos les entregaba cheques que seguramente iban a "rebotar". En aquellos días, aquí en Guadalajara, a este tipo de maniobras se le llamaba "jinetear el dinero". Y este cliente, cada Sábado, sólo nos pagaba a unos cuantos proveedores... y a todos los demás les "rebotaba" el cheque, y les "jineteaba" el dinero otras semanas más.

Aprendí mucho acerca del manejo del dinero. Aunque después contratamos un buen Despacho Contable y Fiscal, y había alguien responsable de los cobros y manejo de cuentas y chequeras.

Lo que aquel cliente hacía era una práctica tramposa, pero que para muchos era muy común. La verdad es que cuando "botaba" uno de tus cheques personales era una verdadera vergüenza. Lo correcto era tener una excelente reputación en tus manejos financieros. Importaba muchísimo tener un buen historial en los Bancos. Era una cuestión de honor y respeto.

Hoy, han cambiado las cosas.

Manejamos casi todo por transferencias electrónicas de banco a banco, de cuenta a cuenta.

Pero el manejo del dinero sigue siendo fundamental para la supervivencia de cualquier negocio, así como para su reputación.

Ya hace años que no me encuentro con sujetos pintorescos como este cliente tan especial. Hace años que ya no me encargo de los cobros. Hace años que la mayoría de los Bancos no abren los Sábados. Hace años que no trabajo los Sábados.

Extraño los viejos cheques y los viejos billetes...

martes, 8 de junio de 2010

Mi "entrenamiento para la guerra": Le dije que a las 9...



El tiempo... "recurso no renovable"...
"El tiempo perdido hasta los santos lo lloran..."
"Al que madruga, Dios le ayuda"...
"El tiempo es oro."

TIC-TAC... TIC-TAC... TIC-TAC...

En el negocio de la Publicidad hacemos una especie de "pacto con el tiempo".

Lo manejamos con buen cuidado... menos problemas. Nos descuidamos un poco, y los presupuestos se disparan al cielo; la presión de entrega del trabajo nos atormenta.

Trabajamos contando historias de una hora en 20, 30 o 60 SEGUNDOS !!!

Cuando trabajamos para sacar una campaña, parece que el tiempo no existe para nosotros... Encerrados en las oficinas, o en el estudio de grabación, perdemos la noción de mañana/tarde/noche. Hasta que alguien tímida o valientemente dice: "Tomemos un break"... ya ven, los anglicismos abundan en nuestro "bisnes".

Tiempos... Horarios... "Prime-time"...


Aprendí una buena lección sobre el tiempo con un cliente muy especial. "El Almacén del Pueblo", por la transitadísima Calzada Independencia, esquina con Hidalgo. Vendían ropa para toda la familia, además de blancos. Los encargados eran de ascendencia árabe. El negocio bullía de gente.

Un buen día, hice cita con el Gerente, y quedamos de vernos por la mañana a las 9:00 Hrs. en punto.

Dicha mañana, salí de casa a buen tiempo. Desde Ciudad del Sol, conduje hacia el Centro de la ciudad. Todo iba muy bien... hasta que me topé con lo que ahora llamamos "un embotellamiento". Alguien había chocado... y comenzaron a "correr" los valiosos minutos. Ni me estresé. Ni sabía lo que era el estrés, y por unos minutillos más no se "iba a acabar el mundo"... bueno, eso pensó mi inexperta y joven mente.

Por fin, llegué al negocio de mi cliente, y me anuncié con la secretaria del Gerente. Ella tomó el teléfono y le comunicó que ya estaba yo allí.

Me senté en las "sillas de espera"... pasaron unos minutos... ¡Y de repente se abre la puerta del despacho del Gerente, y éste se asoma con cara de pocos amigos, y me dice sin mayores preámbulos, señalando su reloj: "- Le dije que a las 9, joven... a las 9... Ya no lo puedo recibir." Claro que le ofrecí una disculpa, y controlando el susto, le dije que podía esperar a que tuviera un tiempo desocupado. El Gerente me contestó: "Pues si quiere, allí espérese... a ver si a las 2 o 3 lo atiendo." Y cerró abruptamente la puerta. Parecía que me habían clavado al piso. Miré a la Secretaria, y ella nada más se encogió de hombros, y me regaló una sonrisita de conmiseración (entiéndase: lástima por un idiota jovenzuelo IMPUNTUAL).

No sabía lo que era el estrés... pero creo que me estresé. Sentí que mi cara se ponía roja, amarilla, verde... las manos frías... la boca seca... apretaba el famoso portafolios entre mis rodillas. Y allí me quedé sentadito... quietecito... sin hacer el menor ruidito... como "buen muchachito".

La cuenta era importante. Comencé a pensar en lo que pasaría si me cancelaban la cuenta... Me entró miedo.

Gente entraba y salía de la oficina del Gerente. Cerca de las 12:00 hrs., él salió, me vió y me dijo "- ¿Todavía sigue usted aquí?". Ni esperó mi respuesta. Yo miraba a la Secretaria, esperando una señal o una pista para entender qué debía yo de hacer. Nada. La muchacha seguía sus actividades. Hacía llamadas telefónicas. Entraba al despacho del Gerente. Y yo sufriendo y sudando.

Cuando menos lo esperaba, la muchacha me dijo que decía el Gerente que podía pasar a su despacho. Me levanté y caminé esperando un sermón agrio.

El Gerente me recibió como si nada hubiera sucedido. Tratamos el negocio. Y en quince minutos ya estaba yo fuera, despidiéndome de la Secretaria.

¡Qué lección en "mi entrenamiento para la guerra" !

Después de esa mañana, me convertí en un fanático del tiempo y de la puntualidad. Revisaba frecuentemente la hora. Y comparaba la hora de mi reloj con la que decían en el radio del coche. Comencé a fijarme en los relojes de las oficinas que visitaba. Curioso, cada negocio parecía manejar su propia hora, minutos más, minutos menos.

El tiempo tomó un lugar muy especial en mi vida.

Creo que aprendí muy bien esa lección... Nunca más tuve problemas por llegar tarde. Mi puntualidad se volvió famosa.

De esa mañana, también recuerdo que el estacionamiento me salió más caro...

Pero por esa gran lección, valió la pena... Es más, me salió muy barata la lección.

jueves, 3 de junio de 2010

Mi "entrenamiento para la guerra": Si Usted fuera mi hijo...




Choque Generacional

Una de mis anécdotas consentidas fué aquella tarde en que tenía cita con el gerente de "Muebles Hernán".

Recuerdo que las oficinas estaban en un antiguo edificio enfrente de la Catedral de Guadalajara.

Llegué puntual a mi cita. Me condujeron por unas escaleras que bajaban hacia una espaciosa oficina. Por las ventanas pequeñas y alargadas se veían las borrosas siluetas de los pies de las personas que andaban por la banqueta de Avenida Hidalgo.

Detrás de un gran escritorio de madera antigua, en un gran sillón de piel, un señor respetable de clásica y elegante vestimenta, me indicó con amabilidad que tomara asiento. Era un señor ya mayor. Hoy diríamos que de la "tercera edad" para arriba.

Yo, a mis veinte años. Con mi saco sport y corbata, y , por supuesto, mi portafolios.

Sostuvimos una plática amable. Contesté a sus preguntas. Le dejé algunos folletos y tarifas de TV.

Siempre me ha gustado escuchar a las personas mayores de edad. Me encantan sus historias, y siempre les aprendo algo. Esa vez no fué la excepción.

Comencé a despedirme, y entonces me dijo con su amable voz:
"- Joven, ¿Me permite darle un consejo?"
"- Sí, por supuesto..."
"- Si Usted fuera mi hijo, no le dejaría traer el cabello como Usted lo trae. Le aconsejo que lo use más corto. Se verá más presentable."
Fué tan amable su tono, que no me sentí agraviado.
Le agradecí el consejo, y ascendí por aquellas anchas escaleras...

Vaya, volví al tiempo presente. La gente caminaba por las banquetas. Los coches circulaban por las calles. Bueno, aprendí que un saco y una corbata no bastaban para algunas personas. Además, yo era muy joven, y estaba conciente de que a muchas personas mayores no les gustaba el cabello largo.

Siempre recuerdo con cariño esas escenas de mi vida. Lo curioso es que tal vez ahora mismo uso el cabello más largo que entonces.

¿No habré ya hecho algo parecido con algún joven a propósito de los consejos sobre su presentación personal? Bueno, si acaso sucede, espero toparme con un joven tan paciente como yo lo fuí con aquel caballero.

Ah... Sí me recorté un poco el cabello, y me peiné más formal para visitar a los clientes. ¡ Fué un BUEN CONSEJO !

Mi "entrenamiento para la guerra": A la Avenida de los NO-NO-NO...



LA AVENIDA DE LOS NO-NO-NO...

Un buen día, me llamó mi jefe en la Agencia.

Me enviaron a otra área... ¡VENTAS! ¡Gulp!

Mi primera misión...

El uniforme: ropa formal... con corbata.

El equipo: Un portafolio lleno de papeles, programaciones y tarifas de medios.

La primera encomienda: visitar todos... sí, todos los negocios de Av. Niños Héroes. Desde Av. Tolsá (ahora Munguía) hasta la Av. 16 de Septiembre. ¡A caminar!

Era verano, un día soleado (no tan quemante como en estos días del Siglo XXI). Comencé a la hora en que casi todos abrían sus locales. Alrededor de las 10 de la mañana.

¡Qué nervios!... Y yo allí, disfrazado de "señor"...

Comencé... y experimenté las clásicas respuestas: "-Dice el gerente que no está."..., "- Qué pena, joven. Acaba de salir...", "- Dice que ya se anuncia.", "No, no me interesa.", "No. Nunca hemos necesitado anunciarnos."

Y así, calle a calle, como que me iba haciendo más pequeño...

Cerca de la 1:00 de la tarde llegué a la esquina con Av. Colón. Había un negocio más o menos grande... "El Surtidor del Tapicero"... Entré. Un "No" más ya me daba igual.

¡Sorpresa!

El encargado del negocio sí me recibió en su oficina. ¡Hasta me ofreció un refresco!
(No... No puedo asegurar que era una Coca-Cola, pero en mi recuerdo así la registré.)
Abrí el portafolio. saqué papeles y programaciones de TV. El señor amable me escuchaba atentamente. Me dejó terminar mi "discurso".

Y... NO, no me compró publicidad. Amablemente me dijo que lo pensaría.

PERO, que Dios siempre bendiga a ese señor tan amable con aquel jovenzuelo, y a ese negocio de esa esquina de Av. Niños Héroes y Av. Colón. Hasta el día de hoy, cuando paso en mi auto por esa esquina, mentalmente pronuncio un "Dios los bendiga siempre".

Después de un buen tramo de Avenida de NO-NO-NO... aquella esquina y aquel señor tan amable me dieron ánimo para seguir adelante.

Incluso, puede ser... quizá... tal vez... que si no me hubieran recibido en aquel negocio, yo no hubiera seguido adelante en esta carrera publicitaria.

Aquél fué un día inolvidable...